¡Hola disfrutones!
En este post-video os presentamos los pueblitos oscenses de
Si no vísteis el post-video de Aínsa o el de el Valle de Ordesa, aquí los tenéis. Os podéis montar una semana superdisfrutona en el Pirineo Aragonés con estos tres posts, amig@s…
El primer pueblo que visitamos hoy es Buesa, llamado «el Balcón del Pirineo». En ese momento nos llovió muchísimo, así que apenas pudimos dar un breve paseo para tomar unas fotos y planos de video. Es una lástima porque el paisaje desde allí era espectacular. Nos sorprendió la cantidad de casas rurales que había. Importante dato si os estáis organizando un viajecito por allí.
Cruzando el río, llegamos a Oto. Oto nos dejó absolutamente enamorados… se trata de un coqueto pueblito con casas típicas del siglo XVI y XVII, con esa arquitectura tan típica del Pirineo aragonés. Tiene una torre defensiva del siglo XVI y una iglesia románica construida, ni más ni menos, que por los Caballeros de San Juan de Jerusalén.
Bajando de Oto hacia Broto, paramos en la entrada del pueblo para ver la Cascada de Sorrosal. Es una cascada preciosa que viene por un barranco y termina en el Río Ara, en pleno Broto. es fácil de llegar, todo el mundo la conoce y tiene un parking justo a la entrada. Ahí también podréis probar una vía ferrata. A Jose le habría gustado probar eso, pero llovía mucho y estaba muy resbaladiza. Si la hacéis, por favor, contadnos la experiencia, vale?
Broto está muy bien situado para visitar toda la comarca. Además se nota que es un pueblo grande. Tiene muchas tiendas, restaurantes, bares… Por cierto, los restaurantes con terraza al río tienen una pinta estupenda para tomar algo en verano…
Además Broto tiene un buen paseo «cultureta»: No os perdáis la iglesia, con esas piedras oscuras, castigadas por la lluvia y la nieve… desde allí se ve muy bien la cascada de Sorrosal, por cierto. También tenéis que ver la torre de la cárcel y el antiguo puente. Sandra os cuenta en el video que era un puente muy bonito, pero que lamentablemente se destruyó en la Guerra Civil.
Nosotros teníamos el hotel en Torla-Ordesa, porque desde allí queríamos avanzar a ver el Valle de Bujaruelo.
Es uno de los valles más espectaculares del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, y también uno de los menos visitados. Seguramente el motivo es la horrible carretera que va de Torla a Bujaruelo. Vamos a ver, no sabemos si será el Ministerio de Medio Ambiente o el Gobierno de Aragón o la Diputación de Huesca, pero no puede estar esa carretera así. Los baches son espantosos, el barrizal que se monta en cuanto llueve es horrible… hace muy difícil que vayamos gente con coches que no sean 4×4. El Parque Nacional se merece una carretera digna.
Una vez conseguimos conducir al pobre Elvis por ese sendero bacheado, llegamos a la base del valle. Allí hay parking, un refugio y mucha explicación de los senderos en un cartel al lado del puente románico.
Nosotros decidimos hacer dos rutas, una por la mañana y otra por la tarde. Por la mañana queríamos hacer el Puente de Oncins y el Puente de Burguil. Este último costó encontrarlo pero mereció la pena. Aparte de lo inquietante que es (se mueve mucho!), tiene muy bonitas fotos del río y es un sitio ideal para hacer una parada y disfrutar de la Naturaleza. De hecho nosotros paramos allí a comer.
Volvimos a bajar al Puente de Oncins para cruzarlo y hacer la segunda ruta del día, el Valle de Otal. Nuestros amigos montañeros nos habían hablado maravillas de este valle, pero… la tarde empezó a complicarse. Muy nublado, viento frío al pecho… aguanieve…
Cuando llevábamos el 80% de la subida hecha (ojo, que tiene por lo menos seis cuestas en zeta muy complicadas…), decidimos dar la vuelta. Quedaba mucho y el aguanieve estaba empezando a ser nieve. Estábamos cansadísimos y todavía quedaba llegar a la puerta del valle. Y mira, además, para no poder disfrutarlo y no poder grabar ni hacer fotos chulas, mejor una retirada a tiempo y volver en otra ocasión, ¿no os parece?
De hecho, llegamos al hotel helados de frío… una ducha calentita, ponernos guapos e irnos a Torla a cenar. Aunque Torla os lo contaremos en el siguiente post-video, sí deciros que cenamos maravillosamente bien en el Restaurante La Cocinilla. El camarero nos recomendó un vino de Somontano riquísimo (imagen en el video). Pedimos una parrillada de verduras riquísima y con ese olorcito a leña… y un solomillo. Vamos, que compensamos el esfuerzo y calorías consumidas en las dos rutas.
Al salir y por aquello de no meternos en la cama con la pesadez de estómago, tomamos un gintonic en el Bar Arcoiris. Mira qué bien…
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