¡Hola disfrutones!
En este post-video os presentamos Nazaré, uno de los pueblos más bonitos de la costa de Portugal. Aunque es famoso por sus playas y sus olas, también os contaremos muchas cosas sobre su historia, tradiciones locales y excursiones por los alrededores, ¡a ver si os gusta!
Nosotros recomendamos que, antes de entrar en el casco urbano de Nazaré, lo veáis desde lejos. Para ello, lo mejor, dejar el coche en el faro, donde tendréis una perspectiva perfecta del pueblo y su playa. Por cierto, si vais a Nazaré en Noviembre, podréis disfrutar de la famosa «Big Wave«, la que dicen que es la ola más grande del mundo. En realidad son varias semanas de temporal, con la aparición de olas enormes que rompen en la zona del faro. Algunas tienen más de 30 metros y atraen a los mejores surfers del mundo. El mejor sitio para disfrutar de este «surfing extremo», el faro.
A la derecha del faro, mirando el mar, veréis la Playa del Norte, larguísima y estupenda si os gusta estar solos y apartados del jaleo de la concurrida playa urbana de Nazaré.
Subiendo el faro, veréis una plaza muy grande, con muchas tiendas de souvenirs, y un edificio religioso blanco, muy bonito. Es el Santuario de Ntra. Sra. de Nazaré. En el video, Sandra os contará la historia de esta pequeña virgen que vino de Mérida escapando de la invasión musulmana. Merece la pena verla.
Después de ver esos imprescindibles en los alrededores, ya fuimos al casco urbano de Nazaré. Nuestro apartamento estaba en pleno centro. Por cierto, muy recomendable, Seven Skirts. Dejamos el coche como pudimos (muy complicado aparcar en el centro) y nos fuimos a comer.
Habíamos reservado en uno de los restaurantes con más fama de Nazaré, La Taberna d’ Adelia. En cuanto entramos vimos que nos lo íbamos a pasar bien. Clientes locales… de hecho éramos los únicos extranjeros…, un expositor con todos los pescados del día, una enorme parrilla de leña, camareros rápidos y simpáticos y una pared llena de vinos ricos. Efectivamente comimos de maravilla. Unas almejas a la plancha y un guiso de arroz con tamboril (rape) y gambas. Buenísimo todo. Eso sí, más vale que os guste el cilantro…
Algún comentario más sobre la gastronomía portuguesa: no tengáis miedo a ese mito del plato de aperitivos portugueses. Ellos te lo ponen para que vayas picando algo mientras viene la comida. Suelen poner una bandeja con varios miniplatillos tipo degustación. Solo pagas por los que comes. Hay cosas riquísimas, pero cuidado si vas con hambre, porque si te comes todos, lo notarás en la cuenta…
Otra cosa a destacar son los vinhos verdes. Riquísimos. Son albariños como nuestros vinos gallegos. Nos encantó la marca Soalheiro; probamos un día un Soalheiro normal, y muy rico. Pero en La Taberna d’ Adelia tomamos el Terramater y fue un espectáculo. Por lo visto lo dejan reposar en barricas de castaño, qué olorcito más rico y qué color más intenso…
Echamos una siestecita pero nos despertó el bar de abajo, apuntad… Farol. Tiene buenos cocktails y música en directo los fines de semana. Muy divertido.
Dimos una vuelta por el paseo marítimo de Nazaré. Nos encantó. Cada 500 metros hay un beach bar para parar un rato a echar una cervecita viendo el mar. Además, hay una exposición permanente de barcos de pesca antiguos, muy bien conservados y tremendamente instagrammeables…
También, por las mañanas, hay una zona donde unas pescaderas limpian pescado fresco, lo salan y lo dejan a secar. Es curiosísimo. Nosotros pensábamos que lo harían con los boquerones o sardinas, pero ojo que también secan pescados grandes como el pargo o la lubina, e incluso el pulpo. A esa zona la llaman el «museo del pescado seco», merece la pena que lo veáis.
Al día siguiente cogimos a Elvis para ver las playas de los alrededores.
Al sur, la playa de Salgado, la favorita de Jose. Muy buenas olas y un par de bares interesantes para comer.
Dirección norte paramos en varias playas: la playa del pueblo de Vieira de Leiria. Un pueblo pescador donde vimos algo muy curioso: los pescadores despliegan las redes en la arena para revisarlas, repararlas y coserlas.
Siguiente playa, San Pedro de Moel, muy cuca, muy recogida, y con esas casetas tan curiosas que alquilan los portugueses en la playa. Había bastantes bares donde dicen que se reúne mucha gente por la tarde para ver uno de los más bonitos atardeceres de Portugal. Nosotros la verdad es que atardeceres vimos pocos, ya que durante toda la semana allí apenas vimos el sol. Estuvo esa «panza de burra», esa gran nube blanca que ocupaba todo el cielo que nos impidió disfrutar de algún día de puro «dolce far niente» en la playa.
De hecho, ahí surgió la idea de hacer alguna excursión al interior. Decidimos ir al Monasterio de Batalha, monumento nacional portugués y mausoleo de Juan I y el resto de la dinastía Avis, una de las más importantes de nuestro vecino país.
La verdad es que merece la pena; el monasterio es precioso. Su claustro, su iglesia gótica, sus capillas inacabadas… no os perdáis el video.
El nombre de «batalha» viene en honor a la batalla de Aljubarrota, allí cerca. En esa batalla, las tropas portuguesas-inglesas de Juan I de Avis ganaron al ejército castellano de Juan I. Nos preguntamos qué habría pasado si hubiera sido al revés, y que los Reyes Católicos hubieran unificado todos los reinos de la península. Reflexiones con un vinho verde…
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