¡Hola disfrutones!
Un consejo… escapaos a CANDELEDA un fin de semana para DESCONECTAR de vuestro día a día…
Vamos, para nosotros fue una maravilla. De hecho, nos supo a poco estar solo dos días, nos habríamos quedado tres o cuatro…
Y es que CANDELEDA tiene mucho que ver, tanto el pueblo como los alrededores.
Nosotros, como ya íbamos con Elvis, pensamos en ver primero «lo de fuera» y luego ya centrarnos un día entero en ver el pueblo.
En las afueras hay bastantes cosas que ver:
El Castro celta de El Raso o El Freíllo: Es uno de los mejor conservados castros vetones en España. Se conservan los 2 kilómetros de murallas, varias casas… ¿sabías que aquí vivieron más de 2.000 personas antes de la llegada de los Romanos? Además es gratuito y hay varios carteles con comentarios. Aún así, si queréis que os lo expliquen en profundidad, se hacen visitas guiadas. Eso sí, tenéis que concertarlas antes, llamad a este teléfono e informaros: 920 38 07 95.
El embalse de Rosarito: En verano podréis hacer actividades acuáticas allí. Nosotros, como fuimos en Febrero, lo que hicimos fue disfrutar de la cantidad de aves que pasan allí el invierno. ¡Nos encantan los cormoranes! ¡bucean muchísimo!
El Museo de las Abejas, en Poyales del Hoyo. Lo regenta una encantadora familia. La madre está a cargo de la tienda, que vende muchos productos derivados de las abejas a buen precio, y además entiende mucho. El padre es el responsable de las colmenas y el hijo, que le ayuda, se encarga de dar charlas a los visitantes sobre la importancia de la abeja para nuestro planeta. Alucinamos con lo listas que son las abejitas, con el sistema de organización que tienen… vamos, que a partir de ahora, cuando tomemos miel (todos los días…) nos vamos a acordar de ellas y lo esenciales que son. Visitad su web para informaros de los horarios de las charlas, merece la pena.
El Santuario de Nuestra Señora de Chilla: Merece la pena aunque solo sea por disfrutar de las vistas que tiene. Además, por la parte de atrás de la iglesia sale un sendero muy bonito, y muy sencillo, llamado «la ruta del agua», superagradable.
Nada más salir del santuario tocaba ya ir a comer. Nuestro embajador de Candeleda, Luis, nos había recomendado un restaurante de comida local y con terraza. Y para allá que fuimos, a El Rodeo. Estuvo muy bien: probamos las famosas patatas revolconas tan abulenses, las «carillas» y un buen chuletón de la D.O. Ternera de Avila. La terraza además es una maravilla, ¡buena recomendación, Luis!
Importante, en esa carretera está el Hotel Nabia. Nosotros no dormimos allí porque queríamos estar en el pueblo, pero entramos y vimos que era una pasada. Ideal si queréis DESCONECTAR.
Para quemar las calorías de la comida, hicimos parte de uno de los senderos que sube al Puerto de Candeleda, el de la Trocha Real. La pena es que era invierno y estaban todos los árboles «pelados», pero en primavera debe ser una pasada.
Una vez de vuelta al pueblo, dejamos el coche aparcado, nos dimos un paseo por el pueblo y a dormir, porque el día siguiente lo dedicamos por entero a conocer el pueblo de Candeleda por dentro:
Diríamos que el punto neurálgico de comienzo debería ser la Plaza del Castillo. Hay vida a todas horas, sobre todo por los bares que le dan ambientillo con sus terrazas.
La Plaza Mayor también tiene mucho encanto, con un ayuntamiento muy coqueto y con una de las casas más bonitas del pueblo, la «casa de las flores«. Aparte de que por fuera es muy bonita y está muy cuidada con tantos geranios y flores de temporada, en su interior está el Museo del Juguete de Hojalata, así que si vais con niños a Candeleda, ésta es una parada evidente. Vuestros hijos alucinarán con juguetes de hace 200 años, antes de la play y el Ipad…
De camino a la parte alta merece la pena perderse un poco y simplemente ir disfrutando de los balcones del pueblo, del olor a leña y a pan…
Llegamos a la judería y al lado, la Iglesia de la Asunción. Merece la pena entrar para que veáis el retablo de cerámica que tiene, espectacular. Además desde allí las vistas de la sierra son una maravilla.
De ahí bajamos directos al río, para ver las famosas piscinas naturales de Candeleda. A la altura del Bar El Carreras podréis ver «el juego» que deben dar estas piscinas que hace el río durante el verano. ¡Vaya bañitos se deben dar los chavales allí!
Comimos unas raciones en el Mesón El Castillo. Especialmente nos gustó la tabla de quesos, todos de cabra de la zona. Tanto nos gustó uno de ellos, el partocho, que compramos un queso entero en la Panadería Carabia, en la calle principal. ¡Qué rico, así cremoso tipo torta del Casar! Eso sí, una vez abierto es para consumirlo entero, no veas qué olor deja en la nevera, disfrutones…
Por la tarde siesta en el Hostal Los Castañuelos y al día siguiente para casa.
Lo que os decíamos, muchas cosas que ver pero también un merecido descanso mental para coger fuerzas y volver a la dura realidad… Desconectando en Candeleda, sin duda…
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¡Hasta la próxima semana!
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